
Alarma en San Juan por consumo de drogas en menores: la Iglesia refuerza su rol de contención
Locales17/08/2025
Crece la preocupación por el inicio en el consumo de cocaína desde los 12 años. La Iglesia Católica asiste a familias y denuncia una crisis profunda que atraviesa todos los sectores sociales.
En San Juan, el avance del consumo problemático de drogas ha encendido una alarma social. Según datos recientes del Gobierno provincial, niños de apenas 12 y 13 años están comenzando su relación con las adicciones directamente con cocaína, sin haber pasado antes por otras sustancias como alcohol, tabaco o marihuana. Esta situación no solo agrava el impacto sanitario, sino que también desafía los mecanismos tradicionales de prevención y asistencia.
En este contexto crítico, la Iglesia Católica ha asumido un papel activo en la contención de las víctimas del consumo, particularmente desde su dimensión pastoral y comunitaria. Desde la Catedral de San Juan, el padre Andrés Rivero reconoció que la situación “da escalofríos” y que se ha vuelto común recibir consultas y pedidos de ayuda “casi a diario”.
“No se sale de la droga con tres padres nuestros. Hay que armar redes de ayuda profesional y psicológica”, expresó el sacerdote en declaraciones a Radio Sarmiento, al explicar por qué desde julio funciona en la Catedral un grupo especial destinado a familias con hijos que consumen drogas. A la vez, la Pastoral de la Escucha ofrece atención de lunes a sábado como primera instancia de acompañamiento para quienes atraviesan la adicción o la sufren en su entorno.
Rivero subrayó que el fenómeno no distingue clases sociales ni edades, y que detrás del consumo suele haber un vacío existencial profundo. “Cuando la persona no tiene sentido, necesita inyectarle alguna dopamina al corazón para seguir viviendo. Viene bien cualquier sustancia que le comunique falsamente, aunque sea un rato de adrenalina”, reflexionó.
Además de la cocaína y la marihuana, el párroco alertó sobre los efectos del alcohol y sobre “nuevas drogas” como las apuestas online y el consumo compulsivo de pornografía digital, que afectan el desarrollo emocional y social de los jóvenes.
Frente a esta realidad, Rivero insistió en la necesidad de un abordaje integral, que no se limite a lo policial o judicial, sino que convoque a familias, escuelas, organizaciones, instituciones religiosas y el Estado. “Esto es una pandemia silenciosa. No sirve mirar para otro lado o pensar que ‘en mi familia no va a pasar’. Nos involucramos, ponemos el cuerpo”, remarcó.


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